jueves, 12 de noviembre de 2020

ESTRAGÓN Y COCHÓN




Autora: Elizabeth Segoviano

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los seis años


Estragón, es un dragón bonachón .

Cochón, en un ratón cachetón.

Estragón y Cochón son buenos amigos.

Los dos comparten secretos y juegos.

Una tarde de lluvia y frío, los dos amigos están aburridos.

Quieren hacer algo divertido.

Cochón el ratón, tiene antojo de algo esponjosito.

Estragón el dragón, quiere comer algo dulcecito.

Estragón el dragón, tiene una idea brillante.

Baja un libro de recetas del estante.

Busca la receta de algo despampanante.

De pronto lo ve ¡un bizcocho de vainilla, queso y nuez!

Cochón se relame los bigotes ¡quiere empezar a cocinar de una vez!

Los dos amigos reúnen todos los ingredientes.

Pues para hornear hay que estar preparados y ser inteligentes.

Estragón, el dragón y Cochón el ratón, preparan un molde de latón.

Lo llenan con la rica mezcla a punto de turrón.

Mientras esperan que se hornee, Estragón y Cochón juegan al escondite

También juegan a brincar en el colchón.

De repente suena una campanilla ¡ding, dong!

El bizcocho está listo ¡que hambre, que emoción!

Estragón el dragón bonachón y Cochón el ratón cachetón decoran el bizcocho.

Le ponen grajeas de colores, y de crema, un rosetón.

Los dos amigos pasan la tarde comiendo y jugando hasta que cae el sol.

 

NUDOS EN LA LENGUA "L"


 NUDOS EN LA LENGUA  “L”



Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los cinco años

Autora: Elizabeth Segoviano


Lala es una luciérnaga.

Lilí es una mariposa.

A Lala le gustan las olas.

A Lilí le gustan las lilas.

Lala, la luciérnaga, ve un campo de lilas.

Lala lleva a Lilí a oler las lilas.

Lilí y Lala bailan bajo la luna.

 

Lilí ve a lo lejos una laguna.

La laguna tiene lindas olas.

Lilí lleva a Lala a ver las olas.

Lilí y Lala se lavan las alas en las olas.

Cuando amanece, Lilí y Lala van a beber néctar de lilas.

domingo, 11 de octubre de 2020

PEQUEÑA BRUJA Y GRAN GATO



Autora: Elizabeth Segoviano copyright 2020

El antiguo pueblo de Samhain es casi como cualquier pueblo. 

Podría ser como el tuyo o el mío. Hay un ayuntamiento, una gran iglesia, museos y una plaza con un bello jardín. Hay un kiosko donde tocan música todos los domingos, y un mercado grande lleno de cosas ricas. Hay una estación de tren y una de autobús y un  “heli-escoba puerto” muy moderno, también está el gran colegio de ciencias mágicas que es un gran castillo… ¿Es que no te lo había dicho? El pueblo de Samhain es un pueblo de brujas y magos, todos son muy sabios y poderosos.

En la escuela, como en la tuya, les enseñan aritmética, literatura y deportes … pero también escritura de hechizos, botánica de hierbas mágicas, elaboración de escobas y varitas, confección de sombreros, capas y zapatos puntiagudos.

¡Y otra materia muy importante! Medicina de animales mágicos. Porque los magos y brujas deben saber cuidar muy bien de sus conejos, búhos, ranas, sapos, serpientes, gatos, liebres y cualquier criaturita que tengan en su poder.

En el colegio de ciencias mágicas hay aprendices de brujas y magos de diferentes edades. Allí estudia Gwydion Eliphas, una brujita que es muy inteligente pero al ser tan pequeña nadie la toma en serio, nadie le hace caso, nadie la entiende, así como nadie entendía su nombre, y como no podían, o no querían pronunciarlo, todos en el colegio decidieron simplemente llamarle pequeña bruja, porque no había nadie más pequeña que ella en todo el colegio.


En el zoológico de Samhain, como en el de tu ciudad, hay muchos animales. Tienen jirafas y elefantes, linces, camellos, orangutanes, tortugas, pingüinos y leones. 

Entre los leones se encuentra uno muy grande y melenudo cuyos padres nombraron Chukwuemeka, y es el más valiente, pero también el más curioso y soñador. 

Lo que sueña Chukwuemeka es ser la mágica mascota de una bruja. Pero al ser un león todos en el zoológico se burlaban de él, pues no había manera de que un león tan grandote pudiera, por ejemplo, montarse en la escoba de una bruja. Como todos se burlaban del león y nadie lo tomaba en serio, ni le hacían caso y nadie le entendía, así como nadie entendía su nombre, y como no podían, o no querían pronunciarlo, todos en el zoológico decidieron simplemente llamarlo gran gato, porque no había “gato” más grande y más gato que él.


Deben saber que el día de brujas en el pueblo de Samhain es una gran festividad.

Hay desfile y el pueblo entero adorna cada rincón con calabazas, velitas, mantelitos y esqueletos de pan y caramelo. Las brujas usan sus mejores medias rayadas, pulen sus botines puntiagudos y acicalan a sus gatos y escobas.

Los magos usan sus capas elegantes y los sombreros de fieltro, bañan muy bien a sus conejos, hay bocadillos de fiesta, montones de caramelos y todo el día hay espectáculos mágicos para culminar el día con un gran concierto.

Pequeña bruja no estaba entusiasmada de participar en los mágicos espectáculos de aquel año, pues realmente no la dejaban hacer nada, todos decían que era tan, pero tan pequeña, que hacían todo por ella, vamos ¡ni siquiera le permitían colgar los adornos! Pero cuando le dijeron que ella podría participar en el espectáculo para los animales del zoológico, pequeña bruja no lo pensó dos veces, pues sabía que los animales no pensarían que por ser pequeña era menos bruja, o menos mágica.

Gran gato estaba algo triste porque otro día de brujas había llegado, y él seguía sin siquiera conocer a una bruja. Seguía soñando despierto con ser el mágico amigo fiel de una buena y poderosa bruja, y remontar con ella el cielo estrellado, cruzar frente a la luna llena lanzando hechizos que convirtieran las gotas de lluvia en caramelos y la hojarasca de otoño en tostaditas de pan para comer con jalea.

Pero cuando les avisaron que tendrían un espectáculo de magia solo para ellos, gran gato se puso feliz ¡por fin podría conocer una bruja de verdad! Le pediría un autógrafo, se tomaría una “selfie” y quizá, si se portaba bien hasta lo invitaría a pasear un día con ella. Entonces Gran Gato se dio un baño de burbujas, cepilló sus colmillos, recortó sus garras, esponjó su melena se puso loción para estar bien guapo y no asustar a las brujas.

Por fin la hora del espectáculo había llegado, la gente del zoológico había adornado todo. Pusieron una tarima con cortinas y en punto de las cinco, Gran Gato observó cómo iban aterrizando las brujas en sus elegantes escobas, todas en formación, y hasta adelante iba una brujita de lo más linda, pequeña, pero volaba con elegancia. Algo tenían sus ojitos violetas que Gran Gato no podía dejar de verla. Hicieron trucos y hechizos con hermosas pócimas de colores, aparecieron ranitas y flores, globos y palomas, pusieron a sus escobas a bailar solas y a sus sombreros a cantar unas rimas preciosas.



Gran Gato estaba tan feliz que hasta le salieron lagrimitas de la emoción. Era él quien aplaudía con más ganas, chiflaba y las animaba. Al final de la función, cuando las brujitas estaban haciendo reverencias para agradecer la amable atención del público, Gran Gato les dio a cada una de ellas un clavel rosado, pero a la brujita más pequeña le dio dos y le sonrió con gran timidez. Aquel bello gesto conmovió mucho a Pequeña Bruja que tampoco le había quitado los ojos de encima al león, le parecía muy gallardo y atento y seguro que él no pensaba que ella era demasiado pequeña para ser bruja.

Armándose de valor, Gran Gato se acercó y le pidió su autógrafo a Pequeña Bruja que gustosa se lo dio y se tomaron fotos, intercambiaron números telefónicos y mientras las otras brujas recogían todo el escenario, ellos dieron un paseo por el zoológico hablando de magia y Pequeña Bruja le confió a Gran Gato cómo se sentía, y que no le gustaba para nada que se burlaran de ella. 

Gran Gato entendía muy bien y le confesó lo mismo a Pequeña Bruja, ambos se miraron a los ojos y algo muy dentro de ellos hizo una chispa, se conectó. Algo encajó perfecto y ambos supieron que desde aquel momento serían amigos ¡los mejores amigos!  Gran Gato prometió que siempre la cuidaría y guardaría celoso sus secretos, Pequeña Bruja prometió que Gran Gato sería su fiel amigo mágico y que un día ambos surcarían el cielo en noche de brujas, lo juró por su escoba y su sombrero. Y fueron juntos al concierto donde bailaron, cantaron y comieron caramelos hasta bien entrada la noche. 

Pequeña bruja estaba determinada a cumplir su promesa y estudió mucho más de lo que normalmente estudiaba, practicó, buscó y rebuscó en antiguos libros y pergaminos.


Su empeño era tal que sus profesores y compañeros tuvieron que preguntarle que hacía, a lo que ella respondió que quería que un león fuera su compañero de vuelo. Por supuesto todos en el colegio de ciencias mágicas se burlaron de Pequeña Bruja.

 

En el zoológico, cada noche Gran Gato le contaba a sus amigos que pronto remontaría el cielo con su amiga bruja. Por supuesto todos los animales se burlaron de Gran Gato.

 

Luego de todo un año de soportar burlas, Pequeña Bruja fue al zoológico con sus compañeras de clase para presentar un nuevo espectáculo por el día de brujas. Todos estaban felices y aplaudían, pero el gran final estaba reservado para Pequeña Bruja, que pidió a Gran Gato que subiera al escenario y fuera su asistente.

Ahora, Gran Gato –decía Pequeña Bruja– siéntate derechito, con la cabeza en alto y pronuncia conmigo estas palabras mientras te rocío con mis polvos mágicos, repite: 

“¡Cielo estrellado, luna azul, luna roja, luna llena, luna cara de bola, cometas y estrellas fugaces, denme sus plumas de magia y colores, denme el poder de las constelaciones!”

Al terminar su hechizo, los polvos de Pequeña Bruja cubrieron a Gran Gato con un resplandor dorado que se extendió por todo el escenario, los asistentes contenían el aliento…

Al cabo de unos segundos y con un estruendoso y potente rugido, Gran Gato se sacudió y todos pudieron ver que tenía un reluciente par de alas doradas que batía con elegancia. Entonces Pequeña Bruja puso su pequeña escoba en la melena de Gran Gato, a manera de adorno, y luego se montó en su lomo y puff… comenzaron a volar por el cielo del atardecer, con la luna llena y las estrellas mirándolos embelesados.


Y abajo, en la tierra, los animales y los compañeros de Pequeña Bruja se quedaron con los ojos cuadrados, las bocas abiertas y con los calzones caídos, porque jamás creyeron que Pequeña Bruja tendría tal poder. Los animalitos del zoológico no podían creer que Gran Gato no mentía ni exageraba, y que su sueño, después de todo, era posible … ¡aunque parecía imposible!

Aquella noche de brujas, Pequeña Bruja y Gran Gato se dieron el gusto de  volar hasta el amanecer, regresando a la tierra solo para tomar sus pertenencias y salir de viaje para demostrarle al mundo que no hay nadie que pueda decirles que sus sueños no pueden ser, que nadie es demasiado pequeño o demasiado grande para soñar y trabajar por su sueño, que no importa si el mundo entero se ríe, uno tan solo debe sonreír e intentar y ser feliz, sin importar si eres grande o pequeño.

Si esta noche de brujas ves en el cielo aparecer una silueta de un GRAN GATO Y UNA PEQUEÑA BRUJA dales mis saludos y quizá conviertan las gotas de lluvia en caramelos y la hojarasca del otoño en tostaditas de pan para que las comas con jalea.


 









jueves, 20 de agosto de 2020

DRAGÓN VA AL DENTISTA

 

Elizabeth Segoviano 2020

 Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 5 años

Al dragón le duele la muela.

Por eso no puede ir a visitar a su abuela.

Todos le dicen que debe ir al dentista.

El dragón no quiere, le da miedo ¡que por favor no insistan!

Al dragón se le ha hinchado el cachete.

Así no puede comer chupetes.

El dragón aún tiene miedo, pero emprende el vuelo.

 

El dentista es muy agradable y bonachón.

Tiene mostachos y es un poco barrigón.

El dentista revisa la bocaza del dragón.

Tiene caries en una muela.

Hay que quitarla para que no duela.

 

Al dragón le están limpiando los dientes.

¡Las herramientas del dentista parecen serpientes!

Al dragón le dan cosquillas.

Empieza a reírse hasta que le duelen las costillas.

 

El dentista le pide que se quede quietecito.

Si lo hace, le promete un regalito..

El dragón se aguanta la risa.

¡Quiere que el doctor se de prisa!

 

El dragón ya no puede más.

Suelta una carcajada.

¡Y con ella una gran llamarada!

 

Al dentista se le han chamuscado los bigotes y una ceja.

Ahora tendrá que dibujársela, con un lápiz de cera.

El dentista está un poco atolondrado.

Pero el trabajo ha terminado.

 

 

El dragón sonríe avergonzado.

Aunque se siente aliviado.

Pues su cachete se ha desinflado.

Ya no le duele la muela.

Ahora podrá ir con la abuela.

 

El dentista se limpia el hollín.

Sabe que el dragón no quiso chamuscarlo con todo y su corbatín.

La verdad el dragón fue valiente mientras curaban sus dientes.

Después de todo, sí merece un juguete.

 

El dragón recibe un gran diente de peluche.

Y un cepillo dental en un colorido estuche.

Así el dragón no olvidará la hora de cepillar sus dientecillos.

Y afilar sus colmillos.

MAMÁ PIGLETA



Elizabeth Segoviano 2020©

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 7años 

La familia Pigleta tiene cuatro miembros, papá Pigleta, mamá Pigleta y dos hijitos: una niña llamada Pigletina y un niño llamado Pigletón, y todos viven muy felices en una casita muy hermosa de ladrillos rojos con un gran jardín a las afueras de una enorme ciudad.

 

Pero resulta que no todo en la vida de la familia Pigleta era color de rosa, pues nadie apreciaba lo que mamá Pigleta hacía en casa antes de irse a trabajar.  Eso entristecía profundamente a mamá Pigleta que tenía que recoger cantidades increíbles de ropa sucia del piso, lavar toneladas de trastos sucios, limpiar hasta del techo las huellitas de lodo que dejaban sus pequeños, recoger los papeles que dejaba su esposo por todas partes, acomodar los juguetes, tender las camas y más.

Para cuando mamá Pigleta por fin terminaba y dejaba la casa limpia, ordenada y fragante ya no tenía tiempo de desayunar, ni de hacerse un bonito peinado o una manicura que tanta falta le hacía. Siempre salía corriendo, a las prisas, y como de costumbre llegaba tarde a su oficina, por lo cual su jefe, Don Chuletón la reprendía duramente.

Pero eso no era todo, porque Don Chuletón también se la pasaba ensuciando a diestra y siniestra la oficina, había docenas de tazas de café por doquier, los archivos estaban siempre en cualquier parte, menos en el archivero, todo tenía polvo y trocitos de caramelos de menta, había goma de mascar debajo de cada mesa y escritorio, y ni siquiera necesitaban persianas en las ventanas, porque con tanto lodo, no entraba a la oficina de Don Chuletón ni un solo rayito de sol.

Y cuando Don Chuletón comenzaba a sentirse incómodo trabajando entre tanta mugre, se le hacía de lo más fácil llamar a mamá Pigleta, que era su asistente y la ponía a limpiar aquel cochinero; lo único que hacía feliz a mamá Pigleta era pensar que por la tarde podía volver a casa con su familia y hacer algo divertido ... pero aquella tarde, cuando mamá Pigleta abrió la puerta de su casa lo primero que vio fue un montón de agujeros en su jardín, seguidos de huellas de zapatos sucios que se esparcían por toda la casa hasta llegar al sofá, y la cocina parecía un verdadero campo de batalla, con todas las cacerolas sucias y manchas de mermelada por todas partes ... en pocas palabras ¡la casa de mamá Pigleta parecía no haber sido limpiada en meses! Así que después de un muy largo día de trabajo, mamá Pigleta tubo que ponerse a limpiar otra vez, mientras tanto, papá Pigleta y sus hijitos veían televisión, hablaban por teléfono, jugaban con la computadora, y descansaban.

Pasada la medianoche cuando al fin mamá Pigleta terminó el enorme trabajo de limpiar lo que había sido ensuciado, tomó una decisión, hizo un montón de cartelitos que decían “¿ensució? ¡limpie!” Y fue pegándolos por toda la casa y se fue a acostar. Muy temprano al otro día mamá Pigleta se levantó antes que todos, preparó el desayuno, se puso muy guapa y se fue temprano al trabajo en donde siguió pegando sus cartelitos.

Cuando Don Chuletón vio los carteles no le importó y siguió ensuciando a siniestra y diestra, y por la tarde, cuando era hora de salir, mamá Pigleta fue la primera en irse antes de que Don Chuletón la mandara llamar para pedirle que se quedara tarde y  limpiara todo lo que él había ensuciado. Entonces Don Chuletón pensó que no había problema, que mamá Pigleta limpiaría todo a la mañana siguiente y muy tranquilo se fue a casa.

 

Aquella tarde cuando mamá Pigleta llegó a casa encontró todo hecho un desastre como era costumbre, pero esta ves ella se fue directo a su habitación a acurrucarse en su cama viendo películas, con los pequeños, y al día siguiente mamá Pigleta ¡NO HIZO NADA!, llamó al trabajo para pedir unos días libres y se fue al salón de belleza, se fue de compras, salió a tomar un café con sus amigas, se puso a jugar con la computadora y no limpió nada que ella no hubiera ensuciado, con el paso de los días la casa de la familia Pigleta se parecía más  y más a un enorme basurero ... ¡y también olía igual!  Fue entonces cuando papá Pigleta, la pequeña Pigletina y Pigletón comenzaron a darse cuenta de que ellos eran unos verdaderos puerquitos, lo único que sobresalía entretanto desastre eran los cartelitos que había hecho mamá Pigleta; así que  papá Pigleta tomó la escoba, una esponja y un balde lleno de jabón y se puso a limpiar, entonces los pequeños también comenzaron a ayudar porque todos se dieron cuenta que mamá Pigleta hacía mucho trabajo y no era justo que ella tuviera que limpiar, después de todo, los cuatro vivían ahí y si los cuatro ensuciaban, los cuatro podían limpiar, porque cuando cenaban, cenaban juntos, cuando jugaban, jugaban juntos, cuando se divertían lo hacían juntos, entonces lo justo era que juntos limpiaran la casa.

Cuando mamá Pigleta salió de su habitación y vio que todo estaba limpio y reluciente una enorme sonrisa se dibujó en su rostro y su familia le prometió que de ese momento en adelante la ayudarían con la limpieza de la casa.

Y cuando mamá Pigleta regresó a trabajar también notó un gran cambio con su jefe Don Chuletón que al verla, en vez de recibirla con regaños le dio un gran abrazo y le dijo que sin ella en la oficina se estaba volviendo loco porque había descubierto que él era un verdadero puerco al ensuciar de tal manera el lugar y que prometía ya no hacerlo más y ser mucho más limpio y ordenado para que todos pudieran trabajar a gusto y en paz.

Por fin mamá Pigleta estaba contenta que los demás comprendieran lo importante que era ser limpio y ordenado, porque para vivir tranquilos y en paz no hace falta más que limpiar lo que uno se ha puesto a ensuciar.

miércoles, 19 de agosto de 2020

KATO EL GATO

 


Elizabeth Segoviano ©copyright

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 6 años

Kato el gato está muy aburrido, solito en su habitación,

él sueña con un juguete nuevo .

Tal vez una guitarra para componer una canción.

O un gran almohadón de suave terciopelo con todo y edredón.

El quisiera algo divertido como una araña de peluche.

Y un ratón de cuerda que no se resista y luche.

 

 

Kato el gato está tan aburrido como un reloj de arena.

Ni siquiera le hace caso a su tazón de leche, porque es

Blanca y aburrida.

Él desea leche rosada, morada o amarilla.

 

Kato el gato entonces mira por la ventana.

Ve la luna llena ¡cielos es tan grande, brillante, redonda y bella!

Kato piensa ¡si tan solo la luna fuera una bola de lana!

 

Kato el gato mira alrededor.

El ve los viejos libros que cubren la habitación.

Kato quiere encontrar un libro mágico.

Con  hechizos magníficos, exactos y fantásticos.

Que le ayuden a convertir la luna en una gran bola de lana peluda.

 

Kato busca y lee, lee y busca.

Y de tanto leer y buscar se queda dormido .

El gatito sueña con que la luna se convierte en una pelota de lana.

Kato sueña que rueda la bola por todo el cielo y se enreda en las estrellas,

y se enreda en el sol, ya no queda ni una constelación.

¡Santo cielo! ¡cuánta confusión!

 

Kato el gato se despierta asustado.

¡Por todos los gatos! –dice Kato- ¡gracias al cielo que sólo era un sueño!

Quizá no es tan buena idea que la luna sea una bola de lana peluda.

Es mejor que se quede como una gran roca brillante.

Una que no sea rodante.

 

Kato el gato entoces piensa que es mejor ir a la cocina.

Ahí puede hacerse un sandwich de sardina.

O salir al jardín y recoger moras azules y rosas,

y otras tantas cosas.

Para pintar su leche blanca y aburrida.

¡Eso! –piensa Kato- ¡vamos a hacer la leche divertida!

 

¡YO NO! ¡YO NO! ¡NI YO!

 

Elizabeth Segoviano © copyright 2020

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 5 años

En una vieja granja viven un pato llamado Gato, un gato llamado Pato, un pavo llamado Gallina. y una gallina llamada Dorita son sus dos pequeños pollitos llamados Doritos .


Una calurosa mañana de verano estaban el pato llamado Gato, el gato llamado Pato, el pavo llamado Gallina y Dorita y sus Doritos sentados tratando de resguardarse del sol bajo la sombra de un  joven limonero.

-          ¡Uff que calor! –decía el pato llamado Gato–

-          ¡si, uff y recontra uff! ¡que súper calor! –decía el gato llamado Pato–

-          ¡si, si, uff, uff y requetecontra uff! ¡que súper mega calorón! –decía el pavo llamado Gallina–

-          si, hace demasiado calor –decía Dorita– deberíamos hacer algo para refrescarnos.

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

-          ¡Hay que hacer nieve de limón! – gritaron emocionados  los pollitos Doritos–

-          ¡Si! –cacareó entusiasmada Dorita– ¿Quién quiere ayudarme a recoger los limones?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Entonces Dorita y sus Doritos fueron por una escalera para recoger los limones más grandes y jugosos, los lavaron, los secaron, los cortaron por la mitad y como eran muchos limones la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a exprimir los limones?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Y la gallinita Dorita y sus Doritos se pusieron a exprimir los limones en un gran tazón de cristal, luego al jugo le añadieron miel de abeja y lo mezclaron muy bien. Cuando el jugo estuvo listo la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a traer el hielo?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Una vez más Dorita sólo con la ayuda de sus pollitos Doritos cruzó la granja hasta el pueblo y trajeron paso a pasito dos cubetas con mucho hielo, una cubeta la vertieron en el jugo y la otra en una tinaja de metal a la que le añadieron un saquito de sal y sobre esto pusieron el tazón con el jugo de limón, y como había que girar y girar el tazón hasta que el jugo se fuera convirtiendo en nieve, la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a girar el tazón para hacer la nieve?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Otra vez los pollitos Doritos y Dorita fueron los únicos que comenzaron a trabajar girando el tazón una y otra vez, gira que gira sin dejar de girar, y pasado un buen rato por fin el jugo se comenzó a espesar y a cristalizar formando la deliciosa nieve de limón, cuando estuvo lista, Dorita trajo unos conos de galleta y puso en ellos tres bolas de nieve y preguntó :

-          ¿Quién quiere comer un barquillo de nieve de limón?

-          ¡Yo sí! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡yo sí! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Y yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

-          ¡Para ti no pato llamado Gato! –dijo enérgica la gallinita Dorita–  ¡para ti tampoco gato llamado Pato! ¡ni para ti pavo llamado Gallina! ¡Esta rica y refrescante nieve es solo para los que trabajamos para hacerla!

Y la gallinita Dorita y sus pollitos Doritos se sentaron a comer barquillos de nieve mientras contemplaban un bello atardecer.

 

ESTRAGÓN Y COCHÓN

Autora: Elizabeth Segoviano Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los seis años Estragón, es un dragón bonachón . Cochón, en un...