jueves, 20 de agosto de 2020

DRAGÓN VA AL DENTISTA

 

Elizabeth Segoviano 2020

 Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 5 años

Al dragón le duele la muela.

Por eso no puede ir a visitar a su abuela.

Todos le dicen que debe ir al dentista.

El dragón no quiere, le da miedo ¡que por favor no insistan!

Al dragón se le ha hinchado el cachete.

Así no puede comer chupetes.

El dragón aún tiene miedo, pero emprende el vuelo.

 

El dentista es muy agradable y bonachón.

Tiene mostachos y es un poco barrigón.

El dentista revisa la bocaza del dragón.

Tiene caries en una muela.

Hay que quitarla para que no duela.

 

Al dragón le están limpiando los dientes.

¡Las herramientas del dentista parecen serpientes!

Al dragón le dan cosquillas.

Empieza a reírse hasta que le duelen las costillas.

 

El dentista le pide que se quede quietecito.

Si lo hace, le promete un regalito..

El dragón se aguanta la risa.

¡Quiere que el doctor se de prisa!

 

El dragón ya no puede más.

Suelta una carcajada.

¡Y con ella una gran llamarada!

 

Al dentista se le han chamuscado los bigotes y una ceja.

Ahora tendrá que dibujársela, con un lápiz de cera.

El dentista está un poco atolondrado.

Pero el trabajo ha terminado.

 

 

El dragón sonríe avergonzado.

Aunque se siente aliviado.

Pues su cachete se ha desinflado.

Ya no le duele la muela.

Ahora podrá ir con la abuela.

 

El dentista se limpia el hollín.

Sabe que el dragón no quiso chamuscarlo con todo y su corbatín.

La verdad el dragón fue valiente mientras curaban sus dientes.

Después de todo, sí merece un juguete.

 

El dragón recibe un gran diente de peluche.

Y un cepillo dental en un colorido estuche.

Así el dragón no olvidará la hora de cepillar sus dientecillos.

Y afilar sus colmillos.

MAMÁ PIGLETA



Elizabeth Segoviano 2020©

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 7años 

La familia Pigleta tiene cuatro miembros, papá Pigleta, mamá Pigleta y dos hijitos: una niña llamada Pigletina y un niño llamado Pigletón, y todos viven muy felices en una casita muy hermosa de ladrillos rojos con un gran jardín a las afueras de una enorme ciudad.

 

Pero resulta que no todo en la vida de la familia Pigleta era color de rosa, pues nadie apreciaba lo que mamá Pigleta hacía en casa antes de irse a trabajar.  Eso entristecía profundamente a mamá Pigleta que tenía que recoger cantidades increíbles de ropa sucia del piso, lavar toneladas de trastos sucios, limpiar hasta del techo las huellitas de lodo que dejaban sus pequeños, recoger los papeles que dejaba su esposo por todas partes, acomodar los juguetes, tender las camas y más.

Para cuando mamá Pigleta por fin terminaba y dejaba la casa limpia, ordenada y fragante ya no tenía tiempo de desayunar, ni de hacerse un bonito peinado o una manicura que tanta falta le hacía. Siempre salía corriendo, a las prisas, y como de costumbre llegaba tarde a su oficina, por lo cual su jefe, Don Chuletón la reprendía duramente.

Pero eso no era todo, porque Don Chuletón también se la pasaba ensuciando a diestra y siniestra la oficina, había docenas de tazas de café por doquier, los archivos estaban siempre en cualquier parte, menos en el archivero, todo tenía polvo y trocitos de caramelos de menta, había goma de mascar debajo de cada mesa y escritorio, y ni siquiera necesitaban persianas en las ventanas, porque con tanto lodo, no entraba a la oficina de Don Chuletón ni un solo rayito de sol.

Y cuando Don Chuletón comenzaba a sentirse incómodo trabajando entre tanta mugre, se le hacía de lo más fácil llamar a mamá Pigleta, que era su asistente y la ponía a limpiar aquel cochinero; lo único que hacía feliz a mamá Pigleta era pensar que por la tarde podía volver a casa con su familia y hacer algo divertido ... pero aquella tarde, cuando mamá Pigleta abrió la puerta de su casa lo primero que vio fue un montón de agujeros en su jardín, seguidos de huellas de zapatos sucios que se esparcían por toda la casa hasta llegar al sofá, y la cocina parecía un verdadero campo de batalla, con todas las cacerolas sucias y manchas de mermelada por todas partes ... en pocas palabras ¡la casa de mamá Pigleta parecía no haber sido limpiada en meses! Así que después de un muy largo día de trabajo, mamá Pigleta tubo que ponerse a limpiar otra vez, mientras tanto, papá Pigleta y sus hijitos veían televisión, hablaban por teléfono, jugaban con la computadora, y descansaban.

Pasada la medianoche cuando al fin mamá Pigleta terminó el enorme trabajo de limpiar lo que había sido ensuciado, tomó una decisión, hizo un montón de cartelitos que decían “¿ensució? ¡limpie!” Y fue pegándolos por toda la casa y se fue a acostar. Muy temprano al otro día mamá Pigleta se levantó antes que todos, preparó el desayuno, se puso muy guapa y se fue temprano al trabajo en donde siguió pegando sus cartelitos.

Cuando Don Chuletón vio los carteles no le importó y siguió ensuciando a siniestra y diestra, y por la tarde, cuando era hora de salir, mamá Pigleta fue la primera en irse antes de que Don Chuletón la mandara llamar para pedirle que se quedara tarde y  limpiara todo lo que él había ensuciado. Entonces Don Chuletón pensó que no había problema, que mamá Pigleta limpiaría todo a la mañana siguiente y muy tranquilo se fue a casa.

 

Aquella tarde cuando mamá Pigleta llegó a casa encontró todo hecho un desastre como era costumbre, pero esta ves ella se fue directo a su habitación a acurrucarse en su cama viendo películas, con los pequeños, y al día siguiente mamá Pigleta ¡NO HIZO NADA!, llamó al trabajo para pedir unos días libres y se fue al salón de belleza, se fue de compras, salió a tomar un café con sus amigas, se puso a jugar con la computadora y no limpió nada que ella no hubiera ensuciado, con el paso de los días la casa de la familia Pigleta se parecía más  y más a un enorme basurero ... ¡y también olía igual!  Fue entonces cuando papá Pigleta, la pequeña Pigletina y Pigletón comenzaron a darse cuenta de que ellos eran unos verdaderos puerquitos, lo único que sobresalía entretanto desastre eran los cartelitos que había hecho mamá Pigleta; así que  papá Pigleta tomó la escoba, una esponja y un balde lleno de jabón y se puso a limpiar, entonces los pequeños también comenzaron a ayudar porque todos se dieron cuenta que mamá Pigleta hacía mucho trabajo y no era justo que ella tuviera que limpiar, después de todo, los cuatro vivían ahí y si los cuatro ensuciaban, los cuatro podían limpiar, porque cuando cenaban, cenaban juntos, cuando jugaban, jugaban juntos, cuando se divertían lo hacían juntos, entonces lo justo era que juntos limpiaran la casa.

Cuando mamá Pigleta salió de su habitación y vio que todo estaba limpio y reluciente una enorme sonrisa se dibujó en su rostro y su familia le prometió que de ese momento en adelante la ayudarían con la limpieza de la casa.

Y cuando mamá Pigleta regresó a trabajar también notó un gran cambio con su jefe Don Chuletón que al verla, en vez de recibirla con regaños le dio un gran abrazo y le dijo que sin ella en la oficina se estaba volviendo loco porque había descubierto que él era un verdadero puerco al ensuciar de tal manera el lugar y que prometía ya no hacerlo más y ser mucho más limpio y ordenado para que todos pudieran trabajar a gusto y en paz.

Por fin mamá Pigleta estaba contenta que los demás comprendieran lo importante que era ser limpio y ordenado, porque para vivir tranquilos y en paz no hace falta más que limpiar lo que uno se ha puesto a ensuciar.

miércoles, 19 de agosto de 2020

KATO EL GATO

 


Elizabeth Segoviano ©copyright

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 6 años

Kato el gato está muy aburrido, solito en su habitación,

él sueña con un juguete nuevo .

Tal vez una guitarra para componer una canción.

O un gran almohadón de suave terciopelo con todo y edredón.

El quisiera algo divertido como una araña de peluche.

Y un ratón de cuerda que no se resista y luche.

 

 

Kato el gato está tan aburrido como un reloj de arena.

Ni siquiera le hace caso a su tazón de leche, porque es

Blanca y aburrida.

Él desea leche rosada, morada o amarilla.

 

Kato el gato entonces mira por la ventana.

Ve la luna llena ¡cielos es tan grande, brillante, redonda y bella!

Kato piensa ¡si tan solo la luna fuera una bola de lana!

 

Kato el gato mira alrededor.

El ve los viejos libros que cubren la habitación.

Kato quiere encontrar un libro mágico.

Con  hechizos magníficos, exactos y fantásticos.

Que le ayuden a convertir la luna en una gran bola de lana peluda.

 

Kato busca y lee, lee y busca.

Y de tanto leer y buscar se queda dormido .

El gatito sueña con que la luna se convierte en una pelota de lana.

Kato sueña que rueda la bola por todo el cielo y se enreda en las estrellas,

y se enreda en el sol, ya no queda ni una constelación.

¡Santo cielo! ¡cuánta confusión!

 

Kato el gato se despierta asustado.

¡Por todos los gatos! –dice Kato- ¡gracias al cielo que sólo era un sueño!

Quizá no es tan buena idea que la luna sea una bola de lana peluda.

Es mejor que se quede como una gran roca brillante.

Una que no sea rodante.

 

Kato el gato entoces piensa que es mejor ir a la cocina.

Ahí puede hacerse un sandwich de sardina.

O salir al jardín y recoger moras azules y rosas,

y otras tantas cosas.

Para pintar su leche blanca y aburrida.

¡Eso! –piensa Kato- ¡vamos a hacer la leche divertida!

 

¡YO NO! ¡YO NO! ¡NI YO!

 

Elizabeth Segoviano © copyright 2020

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 5 años

En una vieja granja viven un pato llamado Gato, un gato llamado Pato, un pavo llamado Gallina. y una gallina llamada Dorita son sus dos pequeños pollitos llamados Doritos .


Una calurosa mañana de verano estaban el pato llamado Gato, el gato llamado Pato, el pavo llamado Gallina y Dorita y sus Doritos sentados tratando de resguardarse del sol bajo la sombra de un  joven limonero.

-          ¡Uff que calor! –decía el pato llamado Gato–

-          ¡si, uff y recontra uff! ¡que súper calor! –decía el gato llamado Pato–

-          ¡si, si, uff, uff y requetecontra uff! ¡que súper mega calorón! –decía el pavo llamado Gallina–

-          si, hace demasiado calor –decía Dorita– deberíamos hacer algo para refrescarnos.

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

-          ¡Hay que hacer nieve de limón! – gritaron emocionados  los pollitos Doritos–

-          ¡Si! –cacareó entusiasmada Dorita– ¿Quién quiere ayudarme a recoger los limones?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Entonces Dorita y sus Doritos fueron por una escalera para recoger los limones más grandes y jugosos, los lavaron, los secaron, los cortaron por la mitad y como eran muchos limones la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a exprimir los limones?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Y la gallinita Dorita y sus Doritos se pusieron a exprimir los limones en un gran tazón de cristal, luego al jugo le añadieron miel de abeja y lo mezclaron muy bien. Cuando el jugo estuvo listo la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a traer el hielo?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Una vez más Dorita sólo con la ayuda de sus pollitos Doritos cruzó la granja hasta el pueblo y trajeron paso a pasito dos cubetas con mucho hielo, una cubeta la vertieron en el jugo y la otra en una tinaja de metal a la que le añadieron un saquito de sal y sobre esto pusieron el tazón con el jugo de limón, y como había que girar y girar el tazón hasta que el jugo se fuera convirtiendo en nieve, la gallinita Dorita preguntó :

-          ¿Quién quiere ayudarme a girar el tazón para hacer la nieve?

-          ¡Yo no! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡Yo no! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Ni yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

Otra vez los pollitos Doritos y Dorita fueron los únicos que comenzaron a trabajar girando el tazón una y otra vez, gira que gira sin dejar de girar, y pasado un buen rato por fin el jugo se comenzó a espesar y a cristalizar formando la deliciosa nieve de limón, cuando estuvo lista, Dorita trajo unos conos de galleta y puso en ellos tres bolas de nieve y preguntó :

-          ¿Quién quiere comer un barquillo de nieve de limón?

-          ¡Yo sí! –dijo el pato llamado Gato–

-          ¡yo sí! –dijo el gato llamado Pato–

-          ¡Y yo! –dijo el pavo llamado Gallina–

-          ¡Para ti no pato llamado Gato! –dijo enérgica la gallinita Dorita–  ¡para ti tampoco gato llamado Pato! ¡ni para ti pavo llamado Gallina! ¡Esta rica y refrescante nieve es solo para los que trabajamos para hacerla!

Y la gallinita Dorita y sus pollitos Doritos se sentaron a comer barquillos de nieve mientras contemplaban un bello atardecer.

 

CONEJITO, MIRA LA LUNA


 Elizabeth Segoviano Copyright©2014

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 8 años

En un valle distante había construido su madriguera una mamá conejo. Ahí tuvo un pequeño conejito que era lindo, curioso y travieso. Era esponjoso, ruidoso y también cariñoso.

Pero con el paso del tiempo el conejito inquieto ya lo había recorrido todo, cada agujero, cada rama, cada hoja y hasta el arroyuelo.

 

Y el conejito lloraba cada mañana al ver que seguía en ese inmenso valle verde y frondoso que tenía árboles frutales y muchas aves que trinaban canciones ancestrales.

Mamá conejo lo abrazaba y le daba besitos esquimales, le hacía cosquillas en la barriga y le daba a morder dulces raíces florarles.

Pero conejito no quería comer, conejito lloraba porque quería viajar, explorar lugares que solo podía soñar.

 

Ya habrá tiempo para eso, decía mamá conejo, cuando seas más fuerte y te hagas mayor irás a donde quieras, pero aún eres mi conejito soñador y te quedarás conmigo porque eres pequeño e indefenso, eres distraído y aún no sabes nada  del mundo exterior.

Entonces mamá conejo le contaba cuentos de la luna y de esa gran mancha que tenía que parecía un conejo como él, y solo así el conejito se contentaba y se dormía, mirando la luna ... a quien su mamá conejo llamaba nana luna.

 

Mas ocurrió un día que a las orillas del frondoso valle se escucho un rugido raro, y conejito corrió a ver que ocurría, era un camión enorme el que rugía y conejito se trepó en él para ver porque gruñía.

Entonces el camión se sacudió, tosió y arrancó a toda velocidad con todo y conejito quien sorprendido se carcajeaba y decía : ¡adiós, adiós valle aburrido! ¡adiós adiós señor búho y señor topo! ¡adiós, adiós peces del arroyo! ¡adiós, adiós días aburridos! ¡me me voy, me voy a recorrer el mundo y ser aventurero! ¡no más conejito soñador! ¡soy un explorador!

 

Sobre el camión observó el conejito muchos caminos, bosques y un lago, luego una gran carretera que se doblaba como una serpiente y después observó a una ciudad iluminarse mientras caía el atardecer.

Aquel lugar era como un laberinto, lleno de ruidos y gente corriendo.

Nadie escuchaba ni era amable o atento, y conejito comenzó a sentir miedo.

Entonces respiró hondo y miró el cielo, ahí estaba mamá luna con su mancha de conejo y conejito sintió un hueco en el pecho.

 

Se había alejado del valle pero también de su mamá, de repente solo quería estar en su madriguera de suave paja escuchando los cuentos de la luna en la dulce voz de su mamá.  

Conejito se asustó, no sabía como regresar ... se dio cuenta de que en verdad era demasiado pequeño y que necesitaba alguien que lo cuidara.

Conejito lloró y sollozó mirando la luna, sabía que en algún lugar lejos, su mamá conejo estaba mirando la luna preguntándose donde estaría su conejito soñador.

Pero mamá conejo era muy inteligente y le había pedido a los mirlos del campo que siguieran al camión y ellos le dijeron en donde estaba su conejito soñador.

El señor búho que todo lo había visto le ofreció sus alas a mamá conejo y volaron juntos a través de bosques y lagos, y siguiendo la carretera que parecía serpiente hasta llegar a la ciudad.

Y ahí, junto a un enorme camión que ya no rugía estaba conejito soñador, con lagrimones corriendo por sus mejillas peludas y su barriguita gruñendo de hambre, gruñendo por unas verduras.

Mamá conejo se estiró y tomó en sus brazos al conejito que se aferraba a ella y le decía que nunca jamás querría dejar de nuevo el valle.

 

Al llegar a su madriguera , mamá conejo arropó a su conejito, le dio besitos esquimales y le dijo : conejito soñador, cuando seas mayor podrás hacer todo lo que desees, podrás ser un gran explorador, astronauta, un marino o un gran investigador, pero aún eres pequeño y no pudes estar solito en un mundo tan inmenso.

 

Conejito suspiro y dijo que no quería volver a estar sin ella, porque estar sin ella le hacía sentir un hueco gigante en el pecho.

Conejito soñador, decía mamá conejo, yo estaré contigo aún cuando tu estés lejos, cuando mires a mamá luna, la estaré mirando yo, cuando veas su mancha de conejo piensa que soy yo para darte las buenas noches y cuando yo la vea pensaré que eres tú para darme las buenas noches.

Tu y yo nunca estaremos separados, pues aunque seas un gran explorador, tendremos la luna llena, incluso la luna menguante y sabrás que en su tenue brillo viaja todo mi amor.

Conejito, mira la luna, y sueña que eres explorador, y cuando te hagas mayor y seas explorador, mira la luna y sueña que estás conmigo en nuestro valle y te doy besitos esquimales.

Conejito mira la luna y estaremos juntos como hoy, como siempre, te lo prometo yo.

BORREGUITO COMELÓN

 


Elizabeth Segoviano ©copyright 2016

Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los 8 años


Cuando el viento está aburrido se pone a hacer travesuras. Tira la ropa de los tendederos, hace un lío las cabelleras, enreda bufandas, nos mete basuritas en los ojos, e insectos viscosos en la boca. También tumba sombreros, persigue a los pajaritos pegándoles sustos como si fuera un fantasma, levanta polvaredas, arranca hojarasca ¡y a veces hasta levanta las faldas de las señoritas! Es todo un pillo el viento cuando está aburrido. Pero a veces hace cosas bonitas, cosas que no molestan a nadie. A veces toma las nubes y se pone a dibujar fantásticas criaturas.

Pues así, algo aburrido estaba el viento, cuando se puso a dibujar con un montoncito de cirros bien blancos y tiernos, un borreguito suave, pachoncito, rechonchito y simpaticón.

Lo que el viento no había notado, era que su gran amigo el mago del otoño, que al igual que él era un gran bromista. Andaba rondando, espiando, chismoseando. Escurriéndose por allá y acullá, y con un simple toque de su mágico pincel, le dio vida al borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón.

Cuando el borreguito despertó se sentía muy curioso y juguetón y se puso a darle topetones a las nubes y a balarle a las aves, le lanzaba mordiscos al viento y también al mago del otoño que estaba partiéndose de la risa al ver que el borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón, era aún más tremendo que el mismísimo viento.

Luego de varias horas de jugar, mordisquear, balar, topetear y corretear, el borreguito notó que en su barriguita había un gran hueco del cual salían gruñidos … ¡el borreguito tenía mucha hambre!  Y como un borreguito hecho de nubes no podía comer hierba, se puso a comer niebla. 

Cuando que apareció la luna, entonces, el borreguito se encaramó en ella y se puso a darle tremendas lengüeteadas, como si fuera una paleta. Como le gustó el sabor fresco de la luna, pensó el borreguito que las estrellas serían igual de sabrosas y se puso a engullir una estrella tras otra, hasta que empezaron a desaparecer lentamente las constelaciones.

El borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón ya estaba relamiéndose, viendo el festín que le esperaba cuando saboreara la vía láctea.

El viento y el mago del otoño, que habían observado estupefactos todo lo que había hecho su traviesa creación, se asustaron, se helaron, se alarmaron y se preocuparon.

Los dos amigos bromistas sabían que tenían que detener al borrego comelón; así  que construyeron un corralito para que el animalito ya no siguiera engullendo estrellas y acto seguido tejieron una red de hojarasca de colores y ráfagas heladas.

Pues así se pasaron un buen rato el viento y el mago del otoño correteando al borreguito pachoncito, rechonchito y ya no tan simpaticón, que a pesar de haber comido mucho, era muy veloz.

Sin embargo, tanto alboroto y rebambaramba había llamado la atención de Papá Dios, quien sin problema, ni dramas, ni teatros ni tonteras, tomó en sus manos al borreguito comelón acariciándolo tiernamente y acunándolo en sus brazos como quien acuna un bebé, solo que el borreguito pachoncito, rechonchito y simpaticón no dejaba de rechupetear los dedos de Papá Dios, así que Dios se puso a rascarle la barriguita y el borreguito de a poquito se fue quedando tranquilito y se puso a roncar como un cerdito.

Con cada ronquidito salía de su hocico una estrella, así que al cabo de unos minutos las estrellas engullidas regresaron al firmamento sin rasguño alguno porque un borreguito hecho de nubes no podía destruir una estrella.

Sin embargo, como el borreguito de nubes si era muy lindo muy pachoncito, muy rechonchito y muy simpaticón, papá Dios decidió conservarlo para que corriera libre por entre las nubes. de hecho, le gustó tanto, que hizo más borreguitos que podemos ver allá en lo más alto del cielo cuando el mago del otoño se acerca con su amigo viento que viene frío, llegan los dos pastoreando los borreguitos pachoncitos, rechonchitos y simpaticones que adornan el cielo y hacen reír a papá Dios cuando los ve corriendo y dando topetones al viento y al mago del otoño.

 



ESTRAGÓN Y COCHÓN

Autora: Elizabeth Segoviano Lectura recomendada para niños y niñas a partir de los seis años Estragón, es un dragón bonachón . Cochón, en un...